EL EMOCIONANTE JUEGO DE VIVIR

30.04.2018

Ana Adarve. Psicóloga.

 

Nuestro cerebro tiende a recordar con mayor facilidad los acontecimientos negativos que los positivos, y eso es algo lógico si tenemos en cuenta que su principal función es la de preservarnos de todo aquello que nos pueda dañar a nivel físico y emocional y así garantizar nuestra supervivencia. Pero hay que tener cuidado con el uso que hacemos de esas experiencias negativas, ya que pueden condicionarnos tanto que nos impidan avanzar y tener una vida plena. "SI" a valorar lo vivido, pero "NO" a crearnos esquemas fijos que nos hagan estimar situaciones parecidas como iguales, porque nunca debemos de olvidar que es muy difícil, por no decir imposible que esos acontecimientos se produzcan en las mismas circunstancias o condiciones, siempre hay algo que marca la diferencia, sin ir más lejos, nosotros mismos, que a través del tiempo también cambiamos. Esos "esquemas fijos", nos vuelven poco flexibles y son los que nos hacen generalizar, nos hacen juzgar a personas con el mismo rasero, no arriesgar en las relaciones, no empezar nuevos proyectos por fracasos anteriores, tener miedo de amar, y, en definitiva, autoprotegernos tanto hasta el punto de no vivir.

Sin duda, la experiencia es un grado, y un mecanismo de defensa que impide que nos vayamos dando golpes a diestro y siniestro y nos ayuda a adaptarnos al entorno, pero no es menos cierto que nuestra parte emocional también juega un papel fundamental en nuestras decisiones, por lo que no debemos hacer oídos sordos y buscar un equilibrio entre la razón y el corazón. Quien no arriesga en la vida no pierde, pero jamás tendrá la oportunidad de ganar y vivir experiencias maravillosas.